Parábola: Los bostezos de Dios

Los bostezos de Dios



OBJETIVO

Ayudar a los lectores a descubrir que la oración no es repetir palabras, sino abrir el corazón a un verdadero encuentro con Dios, cultivando una relación viva, profunda y transformadora.

RELATO

Un hombre llevaba mucho tiempo rezando. Cada mañana y cada noche levantaba su espíritu hacia Dios… y también su lengua, porque hablaba, hablaba, hablaba. Pero como sentía que Dios no le respondía, decidió buscar ayuda en “expertos en oración”. Ellos le llenaron las manos de libros, le vaciaron el bolsillo y al final no resolvieron nada.

Cansado y a punto de dejar la oración por completo, un día se cruzó con una persona sencilla, alguien que miraba la vida con el corazón abierto. Sin rodeos, el hombre preguntó:

—¿Por qué Dios no me escucha? ¿Por qué no me responde?

El otro, con una sonrisa calma, dijo:

—Amigo… ¿ya verificaste si Dios está dormido?

—¿Dormido? —protestó el hombre—. ¡No estoy para bromas!

—No es una broma —continuó—. A veces, cuando oramos de cierta manera, Dios “parece” quedarse dormido. No porque esté cansado, sino porque lo que le damos no es una oración… sino ruido.

Y explicó:

—Dios bosteza cuando tu oración se vuelve un monólogo sin espacio para Él.
Cuando tus palabras salen de la boca pero no del corazón.
Cuando repites fórmulas sin vida, como si fueran ecuaciones memorizadas.
Cuando haces de la oración una carrera contra el reloj.
Cuando es más un canto a tu propio ego que un encuentro con Dios.
Cuando hablas mucho y escuchas poco.
Cuando no dejas que Dios te hable en el silencio, en la Eucaristía o en tus hermanos.
Cuando la oración es solo un paréntesis y no transforma tu vida.
Y, sobre todo, cuando no permites que Dios entre de verdad en tu corazón…

—Entonces, amigo —concluyó—, Dios se escapa, se aburre… y se duerme.

El final queda abierto: si eres capaz de orar con verdad, desde la vida, desde el corazón… quizá puedas “despertar” a Dios.
Y ahí comienza una amistad hermosa: la oración auténtica.

ACTIVIDADES PARA TRABAJAR 

1. “¿Monólogo o diálogo?”

Paso 1: Escribe la última oración que hiciste, tal como la recuerdas.
Paso 2: Marca con colores:

  • 🔵 Lo que dijeron ellos,

  • 🟡 Lo que escucharon,

  • 🔴 Lo que pensaron mientras oraban.

Reflexión:
¿Fue diálogo? ¿Hubo espacio para Dios o solo para mi voz?


2. Ejercicio: “Despierta a Dios con tu silencio”

Realiza un reto de 2 minutos de silencio total.
Sin pedir, sin pensar, sin repetir. Solo estar.

Luego, escribe una frase breve:
¿Qué sentí en el silencio?


3. “Mi oración con el corazón”

Sigue esta guía simple:

  1. Respira

  2. Agradece algo real

  3. Habla a Dios como a un amigo

  4. Dile qué te pesa hoy

  5. Qué necesitas que Él haga contigo (no por ti)

  6. Guarda 30 segundos de escucha

Inténtalo 3 días seguidos.


4. Reto: “Oración encarnada”

Desafío del día:
Haz una pequeña acción que sea respuesta a tu oración.

Ejemplos:

  • Si pediste paciencia → un gesto de calma con alguien.

  • Si pediste consuelo → llama a una persona sola.

  • Si pediste luz → comparte un mensaje de esperanza.

La oración se despierta cuando se transforma en vida.


5. Dinámica grupal: “¿En qué parte Dios se duerme?”

En un grupo o familia, dialogar:

  • ¿Qué frases de la parábola me describen?

  • ¿En qué momentos mi oración es solo rutina?

  • ¿Qué podría cambiar para que Dios “despierte” en mi vida?


6. Actividad infantil/juvenil: “La alarma de Dios”

Elabora un pequeño dibujo de un despertador y escribe dentro:

“¿Qué necesito cambiar hoy para que Dios no se aburra conmigo?”


Recuerda

La oración auténtica no cansa, no aburre, no duerme a Dios.
Lo despierta, lo acerca, lo hace amigo.
Y cuando Dios despierta en tu vida… despiertas tú también.


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