Ejercicio de Autocompasión para Sanar la Herida de Humillación

 “Aprender a tratarme con la misma ternura que Dios me ofrece” 



La autocompasión es una forma de abrazar tu historia sin lastimarte, especialmente cuando la humillación ha dejado marcas profundas. Este ejercicio te ayudará a cultivar una mirada amable hacia ti mismo, incluso en los momentos en que más te cuesta hacerlo.


1. Comienza recordando un gesto de bondad que hayas recibido

Piensa en una situación donde alguien te trató con respeto, cariño o paciencia.
Tal vez fue una sonrisa, una palabra suave, alguien que te escuchó o te sostuvo cuando te sentías frágil.
Permite que ese recuerdo despierte en ti una sensación cálida:
“Así también puedo tratarme yo.”


2. Reconoce cómo la humillación afectó tu interior

Escribe una frase que nombre lo que te dejó esa experiencia:

  • “Me hizo sentir pequeño/a…”

  • “Me hizo dudar de mi valor…”

  • “Me hizo avergonzarme de mis necesidades…”

Nombrarlo te devuelve la fuerza y rompe el silencio que duele.


3. Ofrece palabras de ternura a tu propio corazón

Coloca tu mano donde sientas tensión.
Háblate como hablarías a quien amas profundamente:

  • “Lamento que hayas pasado por eso.”

  • “Nadie merece ser tratado así.”

  • “Estoy aquí contigo.”

Este lenguaje suave repara lo que la humillación intentó romper.


4. Devuelve la dignidad a tu cuerpo

La humillación muchas veces hace que encorvemos los hombros, bajemos la mirada o nos hagamos pequeños.
Hoy haz lo contrario:
Endereza tu postura, relaja el cuello, suelta la mandíbula.
Respira profundo y declara con firmeza:
“Dios me creó digno/a. Mi valor no depende de nadie.”


5. Cierra con una oración de autocompasión

“Señor Jesús, Tú que miras con ternura cada parte de mi historia, enséñame a hablarme con la misma misericordia con la que Tú me sostienes.
Sana en mí las huellas de la humillación y revísteme de tu dignidad.
Que pueda acompañarme con paciencia, perdón y verdad.
Amén.”


Acto diario de reparación

Cada vez que sientas vergüenza o te critiques con dureza, pon tu mano en el corazón y repite:
“Soy digno. Soy valioso. Estoy aprendiendo a tratarme con amor.” 

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